jueves, 31 de mayo de 2012

The Horrors: Cuando lo musical supera a lo visual


¿Quién es “The Horrors”?, esa es la pregunta que he tenido que responder cientos de veces en los últimos dos meses, y la única razón por la cual he sido capaz de contar hasta diez para dar una respuesta más o menos decente es que en cierta forma comprendo que un gran porcentaje del público chileno no haya escuchado hablar del quinteto británico que dentro de los próximos minutos se subirá al escenario del Club Chocolate (ex–rockola), ya que son una banda relativamente nueva (2005), cuyas canciones no suelen ocupar las parrillas programáticas de las radioemisoras nacionales, y cuyos discos tampoco se encuentran en lo más alto de los rankings de ventas. Quizás una muestra clara de que este show no está orientado a grandes masas es que el lugar escogido para albergar este concierto solo tiene capacidad para 1.200 espectadores, los cuales de a poco empiezan a repletar cada rincón del recinto de Barrio Bellavista. Resulta importante recalcar que el hecho que no sean tan conocidos por estos lados, no es en ningún caso sinónimo de mediocridad, muy por el contrario, los que están familiarizados con la música de The Horrors pueden dar fe, que hoy por hoy, son uno de los mejores exponentes del  post punk y el garaje rock en la escena mundial.


A pesar de su corto tiempo de vida, The Horrors llega a Chile con tres discos de estudio bajo el brazo: “Strange House” (2007), “Primary Colours” (2009) y “Skying” (2011). Esta presentación se enmarca en la gira promocional de su tercer larga duración, el cual ha cosechado muy buenas críticas por parte de los medios especializados, llevándose en la última edición de los NME Awards el galardón al mejor álbum del año, superando a artistas de renombre, tales como: Arctic Monkeys (Suck It And See), Noel Gallagher’s High Flying Birds (homónimo) y PJ Harvey (Let England Shake). Quizás la gran interrogante respecto a esta presentación es que tan extenso será el show de los ingleses, ya que en ninguno de sus últimos conciertos (Inglaterra, Brasil y Argentina) han tocado más de 11 temas. Es de esperar que los ingleses también incluyan en este íntimo show los grandes éxitos de su primer trabajo (por lo general sus setlist se fundamentan en sus últimos dos discos) y que saquen buenos dividendos de presentarse en un recinto que asegura una convocatoria de solo fanáticos.  

Un pequeño escenario con un telón rojo de fondo, da la bienvenida a la banda que es recibida entre gritos y aplausos. El inicio del show corre por cuenta de “Mirror’s Image”, en donde los sonidos nítidos del teclado dan la pauta para que se incorpore la batería y que con esto se desate la euforia del público, fenómeno que tiene una escasa duración, ya que al cabo de un rato solo unos pocos continúan acompañando la música. Ya para el segundo tema, “Who Can Say”, la energía no aumenta, y el vocalista Faris Badwan tampoco hace muchos esfuerzos por revertir la situación, prácticamente sin moverse de su metro cuadrado, no muestra ningún interés por interactuar con los asistentes. Para cuando empieza a sonar “I Can See Throught”, ya se evidencia que el sonido que los ingleses logran imprimir en cada pista es de gran nivel. La melodía que entrega la guitarra marca el comienzo de “Scarlet Fields”, y los fanáticos buscan entrar en calor mediante el acompañamiento de palmas y la ejecución de los coros, pero solo un pequeño grupo logra mantener el ritmo. En “Changing The Rain”, el bajista y el tecladista despliegan su versatilidad tocando el pandero y el público los premia con sus aplausos. De la mano de “Dive In” llega uno de los momentos más bajos del show, existiendo una nula complicidad con el público, y en donde solo uno tímidos destellos de energía rompen la calma.


La segunda mitad del show comienza con “Endless Blue”, que desde un comienzo muestra sus credenciales con una gran introducción y con un potente cambio de ritmo, que salta desde un sonido melódico hacía pistas más energéticos. La presentación continua con “Sea Within A Sea”, que tiene como gran mérito, que por primera vez en toda la noche, todo el público actúa al unísono, apoyando con palmas y silbidos. La siguiente canción es anunciada por Badwan como el primer sencillo de su última placa, y comienza a sonar “Still Life”, en donde a pesar de la indiferencia de la banda, el público apoya con su puño en alto y coreando en reiteradas ocasiones el pegajoso estribillo “you will find me”. The Horrors abandona el escenario y casi en un acto reflejo los fanáticos empiezan a pedir que vuelvan. Al cabo de unos minutos la banda vuelve para interpretar “You Said”, en donde fieles a su estilo siguen sin proyectar mucha energía y emotividad. El tema encargado de dar por terminado el show es “Moving Further Away”, por lejos la canción más completa de la noche, en donde el frontman tiene su primer acto de acercamiento al colgar una bandera chilena en el pedestal del micrófono. Toda la energía de los sonidos más electrónicos, apoyados por la potencia de la guitarra y la batería, mientras el vocalista acerca el micrófono a los amplificadores para aumentar la intensidad. Una pieza perfectamente bien lograda, que constituye un fiel reflejo de la calidad musical de The Horrors.

Tal como ha sido la tendencia en esta gira, los británicos dedicaron gran parte de su show a repasar las canciones de su último disco, complementando con los temas más potentes de su segundo trabajo. En total fueron siete canciones de “Skying”, que denotan un verdadero interés por dar a conocer su más reciente producción, y que tiene el valor agregado de no tener que echar mano a sus primeros éxitos para construir un show atractivo. Es cierto que respecto a gustos no hay nada escrito, pero en una presentación en vivo se espera que exista una cierta reciprocidad de la banda hacía la entrega del público, o que al menos el frontman sea capaz de establecer una conexión con la audiencia, cosa que solo sucedió esporádicamente, y en donde a ratos, la antipatía de la los ingleses parecía contagiar a los asistentes.


Al tratar de evaluar el show como un todo, se produce una fuerte disonancia entre lo que se escuchó y lo que se vio, por un lado tenemos el aspecto estrictamente musical, ítem en el que The Horrors aprueba con honores, logrando incluso, sonidos mucho más potentes que en sus grabaciones en estudio, lo que se fundamenta en gran medida en el apoyo de las bases electrónicas que juegan un papel protagónico a la hora de montar una canción. Y en el lado apuesto de la vereda, tenemos una puesta en escena bastante mediocre, que más allá de no contar con apoyos visuales, mostró una banda sin ningún interés por hacer partícipe al público de su show. Se podría discutir respecto a si es mejor desplegar una solidez musical por sobre una presentación atractiva a la vista, pero lo cierto es que cuesta trabajo abstraerse del hecho que hace un par de semanas, en ese mismo escenario, los ingleses de The Kooks, con un sonido deficiente, hicieron saltar a todo el Club Chocolate, fenómeno que en ningún momento logró recrear The Horrors.

Setlist

1. Mirror’s Image
2. Who Can Say
3. I Can See Through You
4. Scarlet Fields
5. Changing The Rain
6. Dive In
7. Endless Blue
8. Sea Within A Sea
9. Still Life
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10. You Said
11. Moving Further Away

martes, 22 de mayo de 2012

The Kooks: Recinto chico, consagración en grande


Mientras tomo mi ubicación en la pista del Club Chocolate (ex–rockola), me sigo preguntando las razones por las cuales se eligió este recinto para albergar la segunda visita de los ingleses de The Kooks, ya que resulta al menos paradójico que teniendo como referencia que su primera presentación se realizó en un Teatro Caupolicán lleno, la producción del evento haya decidido disminuir considerablemente la cantidad de tickets disponibles. Una suerte de contrasentido si tenemos en consideración que el show del 2009 se enmarcó en la promoción de su segunda placa, “Konk” (2008), la cual a pesar de no ser muy conocida por estos lados, tuvo una muy buena recepción por parte del público. Me cuesta trabajo entender que el marco de público no le haga honor a una banda que con sus primeras dos producciones logró vender más de 4 millones de copias en todo el mundo, y que día a día suma reconocimiento por parte de la crítica especializada.

Ahora, tres años después de aquella presentación, The Kooks regresa como una banda mucho más madura y con un nuevo trabajo bajo el brazo; “Junk Of The Heart” (2011). Si existe algo que se le criticó al cuarteto en su anterior incursión por nuestras tierras, fue la corta duración de su show, ya que en poco más de una hora de música repasaron gran parte de su repertorio, dejando con gusto a poco a los asistentes. Es de esperar que ahora que su catálogo de éxitos es mucho más extenso puedan ofrecer un espectáculo más completo y que todas las expectativas que se han generado en torno a esta presentación sean superadas con creces. Si cabe alguna duda respecto a la ansiedad que existe por volver a ver en vivo a los británicos, solo basta con fijarse en lo rápido que se agotaron las 1.200 locaciones que fueron puestas a la venta, para hacerse una idea.  


Solo un telón blanco y negro adorna el pequeño escenario, en donde casi por milagro se pudo montar el backline, de a poco se empieza a llenar la pista central de un público mayoritariamente de clase ABC1, y llama la atención que la vista que tienen los que pagaron por una ubicación VIP, es exactamente la misma que los que pagaron por VIP Lounge. Mientras, afuera del recinto algunos asistentes discuten con los encargados de seguridad, que no los dejan acceder al recinto a pesar de tener entrada en la mano, aludiendo que por normativa vigente para los clubes se encuentra prohibido el acceso sin exhibir la cédula de identidad. Ya es casi la hora del evento, y se puede percibir en el ambiente que el público se encuentra extremadamente motivado, cantan cada canción envasada que suena, teniendo su punto más álgido cuando suena “De Música Ligera” de Soda Stereo, la cual es coreada por todo el recinto.

Con 15 minutos de retraso salen al escenario los ingleses, provocando una ovación generalizada que retumba en cada rincón del club. La canción encargada de dar el puntapié inicial es “Is It Me”, y desde el primer minuto se denota una entrega incondicional de parte de los fans, que no paran de saltar y cantar, y así se sucede a medida que avanzan cada una de las canciones que conforman el setlist. Ni siquiera las canciones de corte más lento, tales como: “Rosie”, “Sway”, “Tick Of Time” o “Shine On” son impedimento para que el público baje las revoluciones. Una selección de canciones muy bien lograda, que combina perfectamente las canciones de su última placa, con los grandes éxitos de sus anteriores producciones, que ya forman parte del inconsciente colectivo y que representan apuestas seguras a la hora de subir la intensidad, este es el caso de “Always Where I Need to Be”, “She Moves In Her Own Way”, “See the Sun” y “Ooh La”.


Existen cuatro momentos que resultan memorables y que perfectamente se podrían convertir en postales que grafiquen la intensidad de la presentación: primero,  Luke Pritchard, solo en el escenario, haciendo una versión acústica de “Seaside”, segundo, el frontman montado en un amplificador tocando la guitarra, mientras las fanáticas del Vip Lounge se esfuerzan por tocarle el pelo, tercero, la interpretación de “Do You Wanna” durante la primera despedida de la banda, que por lejos fue la canción que más energía le imprimió al público, y por último, el cierre del show que corrió por cuenta de “Naive”, que tuvo como condimento el ingreso al escenario de una fanática, que alcanzó a robarle un par de besos a Luke. Un show que estaba destinado a ser todo un éxito, ya que con un público tan incondicional resulta imposible no salir bien parado. Un sonido que quizás no estuvo a la altura de las circunstancias, y que dejaba en evidencia sus limitaciones en las canciones de corte más lento, pero que cumplía a cabalidad en los temas más potentes. Al momento de evaluar el concierto, la elección del recinto pasa a ser una anécdota más, lo cierto es que The Kooks ofreció un show en donde recorrió la mayoría de sus éxitos, cautivando a un público que se entregó por completo, y dejando en claro que más que una moda, son una banda ya consagrada. 

Setlist

1. Is It Me
2. Always Where I Need to Be
3. Matchbox
4. Sofa Song
5. Rosie
6. She Moves In Her Own Way
7. Sway
8. Runaway
9. Down To The Market
10. If Only
11. Seaside
12. Tick Of Time
13. See the Sun
14. Eskimo Kiss
15. Ooh La
16. How'd You Like That
17. Shine On
18. Do You Wanna
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19. Stormy Weather
20. Junk Of The Heart
21. Naïve

miércoles, 2 de mayo de 2012

James: La importancia de dejarlo todo en el escenario


A pocos minutos del inicio del show que los ingleses de James brindarán en el Teatro Caupolicán me cuesta trabajo dimensionar que tan altas están las expectativas del público respecto a su presentación. Lo único seguro es que se espera mucho más que en su anterior paso por nuestras tierras, en el marco de la primera versión del Festival Lollapalooza Chile (2011), en donde no cargaron con la presión de ser cabezas de cartel, ni tampoco con el tiempo suficiente para desarrollar un show completo. Además, vuelven con la promesa de repasar sus 30 años de trayectoria (celebración que ya comenzó con la edición del box set “The Gathering Sound” el pasado mes de Febrero), en un concierto que tendrá una duración de más de dos horas, según antecedentes entregados por el propio Jim Glennie, bajista y uno de los fundadores de la banda.

Lo cierto es que James se presenta en Chile en uno de sus mejores momentos, después de haber participado en la reciente versión del Festival Coachella y de haber realizado una gira orquestal a fines del 2011, en donde pusieron en escena a 22 músicos y un coro de 16 personas (An Evening with James & the Orchestra of the Swan and the Manchester Consort Choir). Sabemos que tienen repertorio de sobra que les permite ofrecer un espectáculo de un gran nivel artístico y musical, sacando dividendos de su sonido tan característico, y de la ventaja que les da el ser una banda ya consolidada, habiendo superado su etapa más oscura, en donde tuvieron que lidiar con las constantes fricciones al interior del grupo.


A las 21:00 hrs. el Caupolicán ya se encuentra prácticamente lleno, por un público cuyo promedio de edad se eleva por sobre los 30 años, y en donde ya se puede percibir un poco de ansiedad en el ambiente. Con tan solo 10 minutos de retraso hacen su ingreso los siete músicos que conforman James, y de inmediato se desata la euforia entre los asistentes, quienes acompañan con las palmas los acordes iniciales de “White Boy”, energía que se mantiene durante la interpretación de “Seven”, en donde Tim Booth se quita su gorro y ofrece una primera demostración de su característico baile (el cual proviene de la “danza extática”, que el vocalista a practicado durante años). El recinto estalla con el sonido de “She’s A Star”, uno de sus grandes éxitos, y Tim se suba a la barrera de contención para sentirse más cerca de sus fans, quienes no paran de saltar y cantar. El show continua con la vitalidad de “I Know What I'm Here For” y la sensibilidad de “P.S.”, en donde destacan los arreglos de violín, interpretados a la perfección por Saul Davies.

Los sonidos más electrónicos de “Space” no logran motivar del todo al público, y este pequeño letargo se mantiene también durante la interpretación de “Don't Wait That Long”, quizás a raíz de esto es que Tim decide darle más participación a sus fans, casi obligándolos a hacerse cargo del coro de “Tell Her I Said So”. Para cuando comienza a sonar “Honest Joe”, el excéntrico cantante se saca la chaqueta y ofrece una nueva sesión de su peculiar baile, el cual complementa sacando a una mujer del público y convirtiéndola en su compañera de danza. Resulta fácil darse cuenta que tanto la banda, como los asistentes, la están pasando muy bien, lo que queda en evidencia en toda la energía que se genera durante la interpretación de “Waltzing Alone” y “Ring The Bells”, canciones donde el público no deja de saltar y aplaudir.

Llega el turno de “Dust Motes”, una de las canciones más románticas de la jornada, y Tim pide silencio al público, quienes de inmediato acatan la orden, y en donde solo unos tímidos aplausos rompen la calma. El violín y la trompeta se roban la película en “Johnny Yen”, sonando en perfecta sincronización y causando la aprobación generalizada de los asistentes. Durante la interpretación de “Sound” se produce uno de los momentos más memorables de la noche, cuando hacía el final de la canción, Andy Diagram aparece en medio de la galería tocando la trompeta, recibiendo de parte de los aun sorprendidos fans, una lluvia de abrazos. No solo este hecho causa la empatía del público hacía Andy, sino que desde el inicio del show lleva una camiseta de la selección chilena, con el número siete en la espalda y el nombre “James”. Comienza a sonar “Come Home”, todos saltan y bailan aprovechando al máximo el momento, la interpretación culmina con el vocalista subido en la barrera de contención lanzándose hacía el público que lo recibe con los brazos abiertos. Tim anuncia la última canción y el teatro casi se viene abajo cuando comienza la música del clásico “Getting Away With It (All Messed Up)”, todos cantan al unísono mientras Tim baila en el centro del escenario, en un estado de trance. Los aplausos invaden el escenario, mientras los músicos se retiran hacia el backstage.


Al cabo de unos minutos de la insistencia del público que no se resigna a que el show haya terminado, James vuelve al escenario entre aplausos, sabiendo que tienen preparado lo mejor para el final. Comienza a sonar otro de sus mayores éxitos, “Say Something”, y contra todos los pronósticos, ahora es el turno de Tim Booth de aparecer cantando en medio de la galería, dejando a la banda casi en un segundo plano, y convirtiendo el evento en una verdadera fiesta. La canción es interpretada íntegramente desde el público, quienes no dejan de abrazar y tocar al frontman. Sin dar lugar a que bajen las revoluciones, y mientras Tim retorna al escenario,  suena “Sometimes”,  y tal como ha sido la tónica a lo largo del show, los asistentes se entregan por completo al baile y al canto. De la mano de “Laid” llega el momento culmine de la jornada, Tim invita al escenario a todos los que quieran bailar y en cuestión de segundos el área ya se encuentra repleta de fans que se mueven al ritmo de la música. Un momento inolvidable que viene a cerrar uno de los mejores shows del que haya sido testigo el Teatro Caupolicán. La banda agradece el apoyo, la energía y la buena recepción que tuvieron, y se pierde tras el telón rojo que adorna el fondo del escenario.

Si James creía tener una deuda pendiente con nuestro país, estoy seguro que después de este show puede darse por saldada, y con creces, ya que en exactas dos horas de música brindaron un espectáculo que no solo destaca por su calidad musical, sino por la entrega de cada uno de los integrantes de la banda, quienes validan a la perfección la teoría que para cautivar al público no solo basta con tener una batería de éxitos, sino que la música debe complementarse con establecer una sintonía con cada uno de los asistentes, haciéndolos participes del show y generando una conexión que va más allá de lo netamente físico.

Al término de la presentación de James era tanta la satisfacción del público, que de inmediato comenzaron a retirarse del Teatro, sin siquiera intentar que la banda volviera, quienes inclusive tenían pauteado tocar dos canciones más si sus fans lo solicitaban (“Stutter” y “Tomorrow”). Este concierto dejará postales inolvidables en el inconsciente de cada uno de los asistentes, además de dar una verdadera cátedra de la importancia de dejarlo todo en el escenario.

Setlist

1. White Boy
2. Seven
3. She’s A Star
4. I Know What I'm Here For
5. P.S.
6. Space
7. Don't Wait That Long
8. Tell Her I Said So
9. Honest Joe
10. Waltzing Alone
11. Ring The Bells
12. Dust Motes
13. Johnny Yen
14. Sound
15. Come Home
16. Getting Away With It (All Messed Up)
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17. Say Something
18. Sometimes
19. Laid