viernes, 14 de diciembre de 2012

Pulp: La fiesta de la gente no tan común

Tras su exitoso paso por el Festival Primavera Fauna, llegaba el turno para que los británicos de Pulp se presentasen en un escenario mucho más íntimo y exclusivo. El recinto escogido para albergar el segundo show en Chile de los oriundos de Sheffield fue el Teatro La Cúpula del Parque O’Higgins, y los fanáticos no defraudaron, llegando desde muy temprano para asegurar una ubicación privilegiada cerca de sus ídolos. Aun faltando más de treinta minutos para el inicio del show, el lugar ya se encuentra repleto, con solo unas mínimas ubicaciones disponibles y con una atmósfera que mezcla nerviosismo y ansiedad.  
 
Desde todos los sectores del Teatro resuenan gritos y silbidos que buscan apurar la salida de la banda a escena, y la pista se encuentra convertida en un océano de emocionados fanáticos que cuentan los minutos para el inicio del show. Un haz de luz verde sale de lo alto del escenario, desplegando algunas frases que de inmediato cautivan a los espectadores, inclusive llegando a proyectar la imagen de un delfín que flota entre los asistentes. Las luces proyectan la pregunta: “¿Se acuerdan de la primera vez?”, una señal inequívoca de lo que se viene, y posteriormente se encienden una a una las letras que adornan el escenario con el nombre de la banda, para dar paso al ingreso de Jarvis Cocker y compañía, desatando la euforia de cada uno de los emocionados fanáticos, en un estruendo que durante un par de segundos amenaza con echar abajo la estructura del recinto.

Desde los primeros acordes de “Do You Remember The First Time?” se hizo evidente la estrecha conexión entre los nativos de Sheffield y sus seguidores, con una entrega incondicional y una intensidad que en ningún momento dejó de subir. Con el frontman bailando totalmente desinhibido, adornando su presentación con movimientos eróticos que los asistentes premias con gritos y pasajes que rozan el delirio. “Buenas noches, we are Pulp”, son las  palabras con que Jarvis Cocker comienza el dialogo con sus fanáticos, para posteriormente preguntar quien asistió al Primavera Fauna e indicar que tocarán otras canciones. En la melódica “Underwear”, todo el público canta al unísono, en donde resaltan los hermosos acordes del violín y el exótico baile del vocalista. El show sigue ganando en energía e intensidad, primero con la entretenida “Razzmatazz” que cuenta con el apoyo de las palmas de todo el recinto y las letras de Pulp que parpadean entre colores rojo y azul, y posteriormente con la sensible “A Little Soul”, en donde todos aplauden en perfecta comunión.

 
Los hermosos y brillantes haces de luz verde vuelven a llenar cada rincón del recinto, y el cantante toma su guitarra acústica para interpretar el tema “Sorted For E’s & Wizz”, de corte mucho más relajado y melódico, que el público disfruta en profunda introspección. Las luces se mantienen en el comienzo de “Sheffield: Sex City”, en donde Cocker muestra su lado más teatral acercando sus manos a sus fanáticos y tirándose al suelo, mientras resuenan las hermosas secuencias del bajo de Steve Mackey. Llega el turno de “She's A Lady”, una canción que según el propio vocalista no tocan muy a menudo, lo que casi en un acto reflejo causa la ovación de cada una de las almas que llenan el recinto. La complicidad no se hace esperar y las precisas secuencias del teclado de Candida Doyle llenan de energía la pista. Al final de la interpretación de “Lipgloss” cae al escenario un lápiz labial que Jarvis no tiene problema en probar, y acto seguido cae una tira de dulces que el frontman mira con extrañeza, sin poder identificarlos, indicando que lo dejará para después. Para cuando comienza a sonar “Like A Friend” todo el recinto apoya con las voces, hasta cuando llega el momento de que el ritmo se acelera, ocasionando una explosión de energía, dinamismo y vitalidad, que se percibe en cada rincón del teatro. El vocalista de despoja de su chaqueta, alegando que el ambiente esta “caliente, muy caliente”, lo que es bien recibido por el público femenino. Los primeros acordes de la guitarra de Mark Webber para el tema “Babies” hacen que los fanáticos enloquezcan, bailando al compás de la música y mostrándose extremadamente participativos.

Para cuando llega el turno de “Party Hard”, Jarvis Cocker tomó el megáfono, y fiel a su estilo distendido comenzó a imitar a un oficial de policía, provocando las risas entre los asistentes. El sonido continúa estando muy bien logrado, salvo algunas pequeñas secuencias donde los instrumentos presentan algunos atisbos de saturación, pero que pasan prácticamente desapercibidos. Cuando llega el turno de “This Is Hardcore”, se viven algunos segundos de tensión, ya que el alocado vocalista decide subirse sobre unos amplificadores ubicados al borde del escenario, por suerte, sin consecuencias negativas. Los tintes oscuros y melancólicos de la canción, reciben el apoyo vocal de los asistentes, llenando de emoción y sentimiento la interpretación. La delicada melodía de “Sunrise” enciende el recinto, en donde el cantante vuelve a tocar la guitarra acústica y donde dos desagradables acoples amenazan con ensuciar la pieza, que de la mano de un incremento en su intensidad logra superar el obstáculo, motivando al público a acompañar con las palmas. En “59, Lyndhurst Grove”, el sonido del sintetizador se transforma en el único acompañante del vocalista, para posteriormente incorporarse hermosas secuencias de cuerdas y el teclado que toca el mismo Jarvis.
 
La entrega de una bandera chilena al frontman se convierte en la génesis de uno de los momentos más memorables de la jornada, tomándose un tiempo razonable para colgársela como capa, y hacer comparaciones con personajes tan disimiles como Batman y Freddy Mercury. Solo bastan un par de segundos de “Common People” para que el recinto se convierta en una caldera, con todo el público saltando y coreando cada una de las líneas de la canción, configurando un perfecto trance colectivo, en donde cada uno de los cuerpos danza al compás de la música. La banda se retira del escenario, y de inmediato comienzan los cánticos y silbidos solicitando el retorno de Pulp, los cuales se extienden por varios segundos sin tener recompensa. Finalmente, los músicos aparecen en escena, entre ellos Jarvis que le entrega un vaso con agua a alguien del público.

El vocalista pregunta “¿quieren bailar?”, y un rotundo “si” resuena en cada rincón del recinto, que de la mano del característico riff de Mark Webber marcan el comienzo de “Disco 2000”, en donde los fanáticos no escatiman en energía, saltando y cantando durante toda la interpretación, donde también se hacen presente las palmas. El show continúa con “Mile End”, canción perteneciente a la banda sonora de la película “Trainspotting”, en donde el cantante baile exóticamente, moviendo insistentemente el trasero hacía el público, y que recibe una lluvia de aplausos como muestra de gratitud. Jarvis Cocker vuelve a tomar los dulces que le regalaron al principio del concierto, indicando que parecen drogas y que ellos no son una banda psicodélica, pero que quizás después en el hotel lo probará. Ya acercándose al final de la presentación suena “Bad Cover Version”, en donde destacan unas pequeñas maracas que caen el escenario y que el vocalista incorpora como parte del arreglo. La última canción de la velada es “Mis-Shapes”, en donde tal como ha sido la tónica a lo largo de todo el show, el público se hace cómplice del tema, bailando y cantando, al ritmo desenfrenado de Cocker y las luces que se proyectan desde el escenario. Llega el triste momento de la despedida, en donde el vocalista se encarga de apuntar a cada uno de los músicos para que el público los premie con aplausos y una cerrada ovación, para posteriormente perderse tras bastidores, tras la mirada ingenua de sus fanáticos, que fácilmente podrían haber seguido bailando toda la noche al ritmo incesante de Pulp.
 
No había forma de que este show no fuese un total éxito, con una banda que ha paseado su talento y calidad por los mejores escenarios del mundo, un público totalmente entregado y compenetrado con el espectáculo, y uno de los mejores repertorios del britpop, solo sería un trámite convertir todos estos factores en una presentación que quedará grabada para siempre en el inconsciente de cada uno de los 2000 fanáticos que tuvieron el privilegio de formar parte de esta fiesta exclusiva, reservada solo para gente no tan común. Pulp, más que la figura excluyente del carismático y excéntrico Jarvis Cocker, es por sobretodo, una de las mejores bandas que ha dado a luz el Reino Unido, y así quedó en evidencia en esta calurosa noche de Noviembre, donde en base a un show solido y bien estructurado, lograron que todo un teatro se rindiera a sus pies.  

Setlist

1. Do You Remember The First Time?
2. Underwear
3. Razzmatazz
4. A Little Soul
5. Sorted For E’s & Wizz
6. Sheffield: Sex City
7. She's A Lady
8. Lipgloss
9. Like A Friend
10. Babies
11. Party Hard
12. This Is Hardcore
13. Sunrise
14. 59, Lyndhurst Grove
15. Common People
16. Disco 2000
17. Mile End
18. Bad Cover Version
19. Mis-Shapes

Pulp: ¿Qué le pasa a Jarvis Cocker?

El 08 de Noviembre de 2010 es una fecha que no será fácil de olvidar para los fanáticos de Pulp, ya que marca la confirmación de algo que hacer un par de años parecía prácticamente imposible, la reunión de la banda tras ocho desde su última presentación en el Magna Centre de Rotherham, en Diciembre de 2002. A través de un comunicado en su página oficial de Facebook, la agrupación confirmó su retorno a las pistas para 2011 en el Festival Primavera Sound de Barcelona, y el Wireless Festival de Londres.
Esta no fue la única sorpresa que robó más de una sonrisa a los seguidores de los oriundos de Sheffield, ya que también se ratificó que la reunión consideraría a los seis miembros originales de la banda: Nick Banks, Candida Doyle, Steve MacKey, Russell Senior, Mark Webber y el siempre carismático líder y vocalista Jarvis Cocker, alineación que no compartía escenario desde el 24 de Agosto de 1996 en el Teatro Griego de Barcelona.
He tenido sueños de ansiedad por la reunión, uno de mis favoritos fue estar caminando en un festival, mirando lo que ocurre y de pronto miro el reloj y me doy cuenta de que debía haber estado en el escenario hace diez minutos”.
(Jarvis Cocker tras el primer show de la gira de reunión)
Durante 2011 la banda realizó casi treinta exitosas presentaciones, encendiendo las alarmas durante su último show en el Festival irlandés Electric Picnic, donde el frontman deslizó algunas declaraciones que a más de alguno lo hizo pensar que la reunión había llegado a su fin. En esta ocasión el vocalista indicó: “Este es nuestro último concierto de la gira, así que si empezamos a llorar o emocionarnos, lo podrán entender. Puede ser la última vez que estemos todos juntos en un escenario”. Por suerte para los miles de fanáticos que Pulp tiene en todo el mundo, estas palabras no tuvieron mayor trascendencia y la banda continuó con sus presentaciones este 2012, en una gira que los traerá a Chile en los próximos días, presentándose por partida doble en nuestras tierras, primero en el marco del Festival Primavera Fauna y posteriormente en un sideshow en solitario en el Teatro La Cúpula.
Resulta innegable la importancia que ha tenido Pulp en la escena britpop a lo largo de su carrera, y es en este contexto que surge la figura excluyente de Jarvis Cocker como uno de los grandes responsables del éxito de la banda, que de la mano de su excéntrica figura y un talento innato, es capaz de establecer una conexión especial con sus fanáticos que va más allá de lo estrictamente musical. La curiosa personalidad del vocalista no deja a nadie indiferente, y es por lo mismo que en torno a su persona se han escrito algunas de las anécdotas más sabrosas en la historia de la música, y que por un instante nos han hecho preguntarnos: ¿Qué le pasa a Jarvis Cocker?.
Desafiando a Michael Jackson
A través de la historia de la música han surgido personajes icónicos que gozan de una cierta inmunidad ante las críticas, casi en una suerte de semidioses que no pueden ser alcanzados por simples mortales, y cuyos actos jamás son puestos en tela de juicio, ni mucho menos objetados. Además, los más destacados en su género se hacen acreedores de un título nobiliario, este es el caso del fallecido Michael Jackson, el “Rey del Pop”, quien a través de su exitosa trayectoria se acostumbro a tener el beneplácito de los fanáticos y los medios, pero que en 1996 se encontró con una figura igual de excéntrica que él, y que a diferencia de la mayoría, no tendría problema en desafiarlo y expresar el descontento con sus ideales.  
Este recordado episodio se dio en el marco de los Brit Awards 1996 en Londres, cuando Jackson interpretaba la canción “Earth Song”, acompañado por un rabino junto a un grupo de niños, y el carismático líder de Pulp, Jarvis Cocker, y su amigo Peter Mansell, no encontraron nada mejor que subir al escenario y realizar una serie de gestos extraños con su trasero, además de mostrar el ombligo a la audiencia mientras trataba de evitar que lo sacaran de escena. Como consecuencia de esta interrupción, el frontman fue a parar a la cárcel, aunque posteriormente fue liberado sin ningún tipo de multas o cargos.
Mis acciones fueron en protesta por la forma en la que Michael Jackson se ve a sí mismo como una especie de Cristo, con el poder de sanar. La industria de la música le permite hacer sus fantasías por su dinero y su poder”.
(Jarvis Cocker) 
Noel Gallagher, otro conflictivo rockstar, elogió los actos de Cocker, llegando el extremo de proponerlo para formar parte de la Orden de Honor del Imperio Británico. En el contexto de la premiación, Pulp no ganó en ninguna de las cuatro categorías para las cuales habían sido nominados, sin embargo, tras el pequeño acto de exhibicionismo de Cocker, las ventas de álbumes se incrementaron considerablemente.
La culpa es de la prensa
Jarvis Cocker no es precisamente un gran admirador de la prensa sensacionalista y así se ha encargado de evidenciarlo cada vez que puede.  En 2011, no tuvo ningún reparo en declarar que los principales responsables de la muerte de la cantante Amy Winehouse fueron los tabloides ingleses, quienes con su constante acoso la habrían forzado a refugiarse en las drogas y el alcohol, una sensación conocida para el frontman, quien la habría experimentado en los noventa, cuando Pulp transitaba su etapa más exitosa y el britpop gozaba de mucha popularidad. 
Yo creo que la prensa mató a Amy tanto como las drogas, porque ponen a la gente en un lugar donde no tienen paz y entonces ellos sólo tratan de escapar”.
(Declaraciones de Jarvis Cocker al periódico “The Guardian”)
Según Jarvis, la prensa es capaz de generar una atmósfera de miedo, que termina por privarte de las actividades más sencillas, como salir a la calle o ir de compras, y que a larga te empuja a buscar formas alternativas para escapar de la realidad. Estas declaraciones causaron gran revuelo en Reino Unido, donde el público se dividió entre los que encontraron mucha honestidad en las palabras del cantante, y los detractores, que aludieron que este tipo de críticas solo correspondían a una justificación simplista al consumo de drogas por parte de algunos músicos.
Este no ha sido el único episodio polémico entre Cocker y la prensa, ese mismo año, durante la presentación de Pulp en el Festival T In The Park, que se lleva a cabo en la ciudad de Kinross (Escocia), el vocalista pasó por su trasero un ejemplar del último número del periódico “'News Of The World”, para posteriormente indicar: “Esto es lo único para lo que ha servido este pedazo de mierda durante 168 años”. Un día antes de esta acción, se había impreso la última edición del diario, tras una repentina decisión de cerrarlo por parte de su dueño, el magnate Rupert Murdoch, a raíz de un escándalo por supuestas escuchas ilegales que habría realizado el medio en su afán por conseguir exclusivas. El titular del periódico citaba: “Thank you and goodbye”, y en sarcástica respuesta, Jarvis Cocker le dedicó el tema “Do You Remember The First Time?”.

Creed: El difícil camino al éxito

Hace una década se hacía difícil creer que alguna vez tendríamos el privilegio de ver en vivo a Creed, una de las bandas más exitosas de finales de los noventa, que de la mano de un estilo que evolucionó del grunge supo ganarse un espacio en el universo del rock, vendiendo más de treinta millones de álbumes en todo el mundo. Una carrera plagada de conflictos y escándalos presagiaban un temprano final para esta prospera agrupación, el cual se hizo efectivo a mediados de 2003, sepultando las esperanzas de todos los fanáticos que soñaban con ser testigos de un show de los oriundos de Tallahassee, Florida. Sin embargo, no todo estaba perdido, en 2009 se anunció la reunión de Creed, con sus cuatro miembros fundadores, lo que se ratificó con la edición de su cuarto álbum de estudio “Full Circle” (2009), y una posterior gira de promoción.
Este 28 de Noviembre, Creed aterrizará por primera vez en nuestro país, para pagar la deuda pendiente con sus fanáticos chilenos, presentándose en el acogedor escenario del Teatro Caupolicán en una jornada que promete ser memorable y donde sin duda sonarán con fuerza sus mayores éxitos, tales como: “With Arms Wide Open”, “My Sacrifice,” y “One Last Breath”.
Creed es una de esas bandas que a lo largo de su carrera le ha tocado transitar por caminos pedregosos, y uno de los grandes responsables de esto es su líder y vocalista, Scott Stapp, quien ha llevado al límite su estigma de rockstar, acostumbrándose a hacer noticia por escándalos y excesos, más que por temas netamente musicales. El cantante, ahora mucho más tranquilo y refugiado en el cristianismo, tiene a su haber una no despreciable serie de vergonzosas anécdotas, algunas de las cuales repasaremos a continuación.
El polémico video de Scott Stapp y Kid Rock
En 2006 se hizo público un video casero de Scott Stapp y Kid Rock, en donde aparecen practicando sexo oral con cuatro mujeres en la casa rodante del rapero. El material habría sido grabado por Stapp en 1999, durante una gira en Miami y las protagonistas femeninas corresponderían a strippers contratadas especialmente para la ocasión. La polémico se gatilló cuando una de las muchachas involucradas, que se identificó como “la estrella femenina” interpuso una demanda en contra de la productora Red Light District y el vocalista de Creed, alegando la utilización del video intimo para promover su no muy exitoso álbum solista “The Great Divide” (2005), lo que correspondería a un acto de invasión a la privacidad.
No quiero ser asociado a todos esos idiotas que tienen vídeos sexuales, por eso es que nunca he tenido una cámara de vídeo. Si supe que se estaba grabando el momento; debo de haberlo sabido. Aunque, te garantizo que no estaba sobrio”.
(Declaraciones de Kid Rock respecto al polémico video)
El abogado de Red Light District declaró que no habría sido Stapp quien les entregó el material audiovisual, sino que fue una tercera persona, cuya identidad no sería revelada por motivos de confidencialidad, además, según el jurista, los cargos asociados serían muy difíciles de probar, ya que la muchacha en todo momento estuvo consciente que estaba siendo grabado y participó libremente de la actividad. Por su parte, Kid Rock arremetió en contra del líder de Creed, sindicándolo como responsable directo del extravío de la cinta, ya que la única copia de la cinta estuvo siempre en su poder. Tras un breve proceso legal, el rapero consiguió una orden judicial para impedir la distribución y comercialización del lúdico video.
Un triste espectáculo
El 29 de Diciembre de 2002 de seguro no es una fecha que llene de orgullo a los miembros de Creed, ya que ese día, durante un concierto en el Allstate Arena de Chicago, se vivió uno de los espectáculos más tristes y vergonzosos en la carrera de la banda. Según declaraciones de los asistentes, el vocalista Scott Stapp se presentó en un estado tan deplorable a causa del evidente abuso de drogas y medicinas, que habría olvidado la mayoría de las letras de las canciones, dedicándose solo a rodar por el suelo, abandonando constantemente el escenario, para volver siempre en peores condiciones y con la mirada desorientada. Según el frontman, todo lo vivido se trataba de “teatro de rock” y que era un gesto por el cual el público debiese estar agradecido.
Algunos de los fanáticos no dejaron pasar por alto este bochornoso incidente, llegando inclusive a demandar a la banda por el precio de los tickets y el valor del estacionamiento, alegando que las condiciones del vocalista no eran las adecuadas para ofrecer un concierto. La demanda fue rechazada por la corte y la banda ofreció disculpas públicas por la calidad del evento, pero sin referirse a la posibilidad de devolver el dinero de las entradas. Este episodio habría sido el principal detonante de la disolución de Creed el 14 de Julio de 2003.
Si buscas problemas, los encuentras
Una de las lecciones que ha aprendido Scott Stapp a lo largo de su trayectoria es que si buscas problemas, seguramente los vas a encontrar, y los encargados de enseñarle este valioso axioma fueron tres miembros de la banda norteamericana 311: Doug Martínez, Chad Sexton y P-Nut. Todo sucedió en el restaurant del Hotel Harbor Court de Baltimore, en donde los músicos cenaban junto a sus esposas mientras veían un partido de baloncesto de Los Angeles Lakers, cuando irrumpió en el lugar un particularmente enardecido Stapp, que en una primera instancia se sentó en la barra a beber whisky. Posteriormente, comenzó a discutir con los camareros, asegurándose que todos notarán su presencia, llegando incluso a romper un vaso contra la barra, el que estalló en varios pedazos ante la mirada atónita de los clientes.
Todo se complicó cuando el vocalista se percató de la presencia de los integrantes de 311, y se acercó errático a la mesa para expresarles su admiración y fanatismo, gesto que fue recibido de buena forma, pero con un cierto grado de indiferencia. Como si todo esto no fuese suficiente y en un claro afán por llamar la atención, Stapp se sentó junto a la banda y comenzó a comer de los platos que estaban servidos. Todo se complicó cuando el cantante insultó a la esposa de Martínez y rehusó disculparse ante la solicitud del vocalista de 311, muy por el contrario, se mostró desafiante y agresivo, lo que tuvo como respuesta lógica un golpe en el rostro por parte de Martínez, acción que lo arrojó al suelo y que aprovecho el baterista Chad Sexton para propinarle una buena dosis de golpes para controlarlo.
Te aseguro que no había estado en una pelea desde probablemente tercer grado, así que todo fue bastante surrealista. Se salió de madre. Scott estaba furioso. Y nosotros también, tratando de reducirlo. Estaba preocupado por él…Pero al menos los Lakers ganaron”.
(Doug Martínez, vocalista de 311, explicando el incidente)
Todo acabó cuando intervino personal de seguridad del hotel, y posteriormente la policía de Baltimore, quienes obligaron a Stapp a abandonar el recinto. Si bien es cierto nadie presentó cargos, los más damnificados fueron los miembros de 311, ya que Martínez sufrió la fractura de un hueso de la mano derecha, mientras que el bajista P-Nut terminó con un corte en el rostro. La banda, a través de un comunicado en su página oficial explicó los acontecimientos, indicando que Scott Stapp estaba buscando pelea y que eso fue precisamente lo que consiguió.

Dinosaur Jr.: La potencia del sonido jurásico

No sería exagerado afirmar que estábamos en presencia de un hecho histórico, ya que tras una extensa espera de más de 25 años, se presentaban por primera vez en nuestro país los norteamericanos de Dinosaur Jr., una de las bandas más emblemáticas de la escena noise rock de los ochenta, y pioneros del sonido indie, estilo que posteriormente sería adoptado por toda una camada de fructíferos músicos. El recinto escogido para albergar tan magno evento fue el Centro de Eventos Bellavista (Ex Oz), presentación que se enmarcaba dentro de la línea de los sideshows oficiales del Festival Primavera Fauna, y que coincidía con la fiesta aniversario de Radio Horizonte.

 
Como si todos estos antecedentes no fuesen suficientes para configurar uno de los shows más esperados del año, los nativos de Massachusetts llegaban con un nuevo álbum bajo el brazo, “I Bet On Sky” (2012), el cual solo ha sabido de buenas críticas por parte de los medios especializados, confirmando la vigencia del siempre respetado trío jurásico. Tal como era de prever, la respuesta del público estuvo a la altura de las circunstancias, con un recinto repleto de fanáticos, que sobre la hora ya comenzaban a clamar por el pronto ingreso de la banda al escenario principal. A las 22:30 hrs. en punto, hacen su aparición los músicos y casi en un acto reflejo, son recibidos con una ovación generalizada.

Sin mediar introducción, y guiados por la solida y potente batería de Murph, se hizo presente toda la energía y vitalidad de “Thumb”, en donde la voz de J Mascis se presenta un poco baja en comparación a los instrumentos, defecto que es rápidamente corregido desde la mesa de sonido. De inmediato se establece una conexión entre la banda y los asistentes, quienes se deleitan con las precisas y bien logradas secuencias de cuerdas que ofrece Lou Barlow. La intensidad y dinamismo siguen siendo protagonistas excluyentes del show, primero con la potente melodía de “Budge” y posteriormente con la ascendente fuerza de “The Wagon”, que motiva a un par de fanáticos a subir al escenario y utilizarlo como improvisado trampolín para saltar hacía el público. La presentación se rehúsa a bajar las revoluciones, y así lo evidencia toda la energía de “Waiting”, que destaca por su singular riff y las hermosas secuencias de Mascis, quien hace alarde de su virtuosismo mediante perfectos licks y un elaborado repertorio de glissandi. Todos los seguidores saltan al ritmo de “Watch The Corners” y el moshing en la pista central no se hace esperar.

 
A esta altura del show no cabe dudas que los sonidos más intensos se han apoderado por completo del recinto de Bellavista, con una potencia que se percibe en cada fibra del cuerpo, y que a pesar de presentar pequeños y esporádicos ripios, no logra opacar el derroche de fuerza y energía de la banda. La presentación continúa con “Rude”, canción de su último álbum, en donde las voces quedan a cargo del bajista, y que ofrece una pegajosa melodía, cautivando a cada uno de los asistentes que no paran de saltar. Cada tema es precedido por una estruendosa ovación, la cual resuena con aun más fuerza cuando llega el turno de “Out There”, en donde la batería golpea con intensidad, generando ráfagas de energía que abarcan hasta el último rincón del lugar. Algunos fanáticos siguen utilizando el escenario como plataforma de salto, para posteriormente aterrizar sobre el siempre cooperativo público frontal. Con los primeros acordes de “Feel The Pain” el recinto estalla en espontanea complicidad, primero con los sonidos más relajados de la guitarra, para luego incrementar las revoluciones de la mano de poderosas secuencias de batería, en una suerte de tobogán de sensaciones, que los asistentes rápidamente transforman en mosh pit. El demoledor estilo de Dinosaur Jr. no da lugar a treguas, y sigue atacando apoyado en los sonidos distorsionados de “Little Fury Things”, que se desparraman por toda la pista, además del ruidoso rock de “Start Choppin” que mantiene en trance a los más incondicionales, que se evidencian totalmente entregados y que premian cada pasaje del trío con una lluvia de aplausos.  

El descontrol se apodera del local cuando empieza a sonar “Tarpit”, con alocadas secuencias de moshing y fanáticos que siguen volando desde el escenario. El coro resuena al unísono en una única voz y el ambiente se complementa en una de las postales más hermosas de la jornada. Todo el virtuosismo de Lou Barlow se apodera del lugar, con un dominio del bajo que presume ser una extensión de su cuerpo, y cuya voz también participa en el tema “Freak Scene”, que es premiado por una furiosa ovación que sale desde todos los sectores del recinto. Murph improvisa un poco con la batería como preámbulo a la interpretación de “Training Ground”, cover de Deep Wound, y todo el dinamismo de “Forget The Swan”, que es acompañado por frenéticos saltos y un fanático que invade el escenario para golpear uno de los platillos antes de arrojarse al público. Es en este punto que la banda tiene su punto de mayor lucimiento en base a una extensa y maravillosamente bien lograda secuencia instrumental.
 
Dinosaur Jr. abandona el escenario y de inmediato comienzan a aparecer los cánticos que piden un poco más de la energía de los oriundos de Massachusetts. Al cabo de unos segundos la insistencia de los fanáticos da sus frutos y el trío vuelve para interpretar una singular versión de “Just Like Heaven”, original de The Cure, en una adaptación llena de potencia e intensidad, que transforma el evento en un caos total. El tema elegido para cerrar la memorable puesta en escena es “Sludgefeast”, que mantiene la tendencia a los sonidos pesados y explosivos, agotando las últimas reservas de energía de los fanáticos, que se mueven de un lado a otro en oleadas de rock.

No exageraría si dijese que el show de Dinosaur Jr. se encumbra como uno de los eventos más potentes del año, y de eso pueden dar fe cada uno de los asistentes que no pararon de saltar y cantar durante intensos 90 minutos, en base a una presentación solida, carente de puntos bajos y donde cada uno de sus protagonistas sabe perfectamente lo que debe hacer. Quizás el fuerte de la banda no es la interacción con el público, pero eso da lo mismo cuando se cuenta con un sonido tan energético y demoledor, que no deja a nadie indiferente. Activen las alarmas, un dinosaurio se encuentra suelto y amenaza con aplastar a todo lo que se le ponga por delante. 

 

Setlist

1. Thumb
2. Budge
3. The Wagon
4. Waiting
5. Watch The Corners
6. Rude
7. Out There
8. Feel The Pain
9. Little Fury Things
10. Start Choppin
11. Tarpit
12. Freak Scene
13. Training Ground (cover de Deep Wound)
14. Forget The Swan
15. Just Like Heaven (cover de The Cure)
16. Sludgefeast

Scott Weiland: Que tiempos aquellos

“Greatest Hits Tour 2012” es el nombre de la gira que hacía posible la cuarta visita a Chile del carismático y excéntrico Scott Weiland, donde prometía un show repasando los grandes éxitos de Stone Temple Pilots, Velvet Revolver y su carrera como solista. Para el incombustible músico californiano era la primera presentación en solitario en nuestras tierras y las expectativas no eran menores, con un envidiable catalogo de éxitos, que son el vivo testimonio de fructíferas dos décadas de trayectoria, además del carácter íntimo que propone el Teatro La Cúpula, recinto escogido para albergar la incursión del frontman. Con el recuerdo aún fresco del último concierto de STP en el marco del Maquinaria Festival 2011, en donde muchos criticaron las falencias vocales de Weiland, el icónico cantante volvía  al país para dilucidar cualquier duda respecto a la vigencia de su figura y dejar en claro que sigue siendo uno de los eslabones fundamentales en la historia del rock.

 
Los teloneros y encargados de calentar el ambiente, fueron los nacionales de Prefiero Fernández, una banda relativamente joven, con tal solo seis años de trayectoria y que acaba de editar su tercer álbum de estudio: “Días De Noche”. En un poco menos de 30 minutos, el cuarteto propuso un show atractivo, fundamentado principalmente en un repertorio potente y dinámico, con algunos tintes de hard rock. Siendo las 22:20 hrs. las luces del teatro se apagan, desatando el delirio y la ovación de los casi 1.000 fanáticos que se dieron cita en el recinto del Parque O’Higgins. Los primeros en ingresar son los cuatro músicos que acompañan a Weiland, y acto seguida la delgada figura del vocalista aparece en el escenario, siendo recibido de inmediato por una lluvia de aplausos que se extiende por todo el lugar.

La introducción del show llega de la mano de un jam de apertura, donde cada uno de los músicos despliega sus credenciales y en donde Weiland repite incesantemente la frase “come on everybody”, mientras ofrece curiosos pasos de baile. El vocalista toma el megáfono y comienza a sonar toda la potencia de “Crackerman”, evidenciándose de inmediato una voz débil y gastada, y donde la presencia del megáfono ensucia aun más la interpretación. Comienza a sonar la melodía mucho más lenta y relajada de “Paralysis”, y el público no logra entrar en sintonía con la banda, en base a una actitud principalmente pasiva que hace que el corte pase sin pena ni gloria. Comienzan a sonar los primeros acordes de “Killing Me Sweetly” y el cliché de que somos los mejores fanáticos del mundo enciende el recinto por un par de segundos, energía que rápidamente se diluye para caer presa de un ritmo poco dinámico y donde solo destacan breves atisbos de la exquisita voz del Weiland de los noventa. En “Tumble In The Rough” la batería golpea con fuerza, y en conjunto con potentes secuencias de cuerdas logran inyectar intensidad al ambiente, lo que juega en contra del vocalista, cuya voz no logra sobresalir por sobre los instrumentos, inclusive perdiéndose en algunos pasajes.  
 
El frontman presenta el tema “Mockingbird Girl”, indicando que formó parte de la banda sonora de la película “Tank Girl” (1995), y que fue grabada por otra de sus bandas: The Magnificent Bastards. Por lejos la mejor interpretación en lo que va corrido del evento, con una banda mucho más comprometida con el público, ofreciendo solidas secuencias de guitarra, plagadas de precisos y bien ejecutados licks. Por su parte un energético Weiland se da el lujo de mostrar algo de sus habilidades con el timbal y el theremin.  En “Lounge Fly” la poca fuerza de la voz vuelve a transformarse en el tema pendiente, y el desinhibido baile no basta para capturar la atención de los fanáticos. El público continúa sin salir de su letargo para cuando suena “First Kiss On Mars”, que sin presentar ripios solo logra robar unos tímidos aplausos de parte de la audiencia. El vocalista cita a Frank Sinatra, uno de sus grandes referentes, para hablar de las diferencias de interpretación. El ritmo del bajo marca el comienzo de “Do It For The Kids”, y el show comienza a tomar vuelo, con un puñado de fanáticos saltando al compás de la canción. Uno de los puntos más altos de la velada en lo que ha intensidad se refiere.

“California” ofrece una nueva sesión de improvisación, en donde lo que más llama la atención es el atractivo baile de Scott Weiland, perfectamente adornado por luces azules que caen sobre el escenario. Justo cuando el tema amenaza con caer en pozo de aburrimiento, la fuerza y energía de “Mountain Song”, cover de los angelinos de Jane’s Addiction, irrumpe con mucha propiedad para subir las revoluciones. Siguiendo la línea de las versiones llega el turno de “Can't Stand Me Now”, original de los británicos de The Libertines, en donde las voces se comparten entre el bajista y el vocalista, quedando en evidencia poca química entre ambos, lo que repercute en la calidad de la interpretación, sonando casi como un mal intento de un aficionado al karaoke.  Uno de los puntos más emotivos de la noche lo ofrece la hermosa puesta en escena de “Barbarella”, que se presenta un poco más potente que en su versión original. Weiland no teme interpretar una estrofa a capela, acción que de inmediato se ve recompensada con el apoyo espontáneo del público, que agradece el esfuerzo. La banda se retira del escenario entre los aplausos de los fieles seguidores.

 
El recinto se llena de canticos, silbidos y gritos que piden el retorno del músico al escenario, no tarda en aparecer el clásico “Olé, olé, olé, olé…Weiland, Weiland”, ingrediente suficiente para que los cinco artistas vuelvan para continuar el show. Weiland interpreta su propia versión del tema utilizado para llamarlo, indicando que no se la sabe muy bien, pero que está improvisando. Comienza a sonar toda la potencia de “Vasoline” y las revoluciones se elevan, con un público que se evidencia mucho más entregado que todo el resto de la presentación, saltando y entonando cada una de las líneas del tema. De la mano de los intensos primeros acordes de la guitarra, llega el turno de “Unglued”, manteniendo en alto la participación de los fanáticos. El vocalista recorre todo el escenario, entregándose por completo al baile que es guiado por la acelerada melodía, y generando al fin, esa sensación de complicidad con sus seguidores.  Una cerrada ovación retumba en todo el teatro y todos los músicos se desploman en el escenario, a excepción del baterista que se mantiene sentado frente a su instrumento, el cual no dura mucho de pie, ya que es el mismo Weiland quien se encarga de desparramarlo por el suelo. “Muchas gracias, buenas noches” son las últimas palabras del carismático frontman antes de retirarse de escena en medio de un mar de aplausos, lo que inevitablemente despierta la interrogante del porqué solo las dos últimas canciones estuvieron a la altura de las circunstancias.

Durante 90 minutos la voz de Scott Weiland resonó en cada rincón del Teatro La Cúpula, quizás no con la misma vitalidad y claridad de hace 20 años, pero sin con la fuerza y convicción de un sobreviviente, una figura que perfectamente nos podría haber abandonado a la mitad del camino repleto de vicios que ofrece la fama, pero que optó por luchar y superar barreras que a muchos otros han frenado. El frontman ofreció un setlist mixto, con una mayor presencia de los éxitos de su etapa con Stone Temple Pilots y en menor medida de su carrera como solista. Es probable que no todos los fanáticos hayan quedado conformes con la selección de las canciones, lo que resulta bastante lógico cuando se tienen tantos buenos cortes desde donde echar mano y un tiempo tan acotado para presentarlos.
 
Lo que a priori se visualizaba como uno de los buenos shows de este 2012 no logró cumplir con las expectativas, fenómeno que tiene su explicación en dos grandes factores: primero, los fanáticos no respondieron a la convocatoria, ofreciendo un marco de público muy por debajo de lo que se merece un artista de la talla de Scott Weiland, y segundo, la baja calidad del espectáculo, con un protagonista evidenciando serios problemas vocales, y una banda que durante largos pasajes del concierto no logró entrar en sintonía con el frontman y mucho menos con el público, funcionando de forma autónoma y no en beneficio de la presentación. Al momento de realizar el análisis final del concierto, lo más probable es que la opinión generalizada sea de insatisfacción, no tanto por la selección de los temas, sino por la poca energía y casi nula emotividad que se generó en el Teatro La Cúpula. Que tiempos aquellos cuando solo bastaba un nombre y un par de éxitos para echarse el público al bolsillo, pero los tiempos han cambiado, y ahora también es necesario ratificar los pergaminos, algo que esta noche no se hizo…será para la próxima Scott.

Setlist

1. Intro (Opening Jam)
2. Crackerman
3. Paralysis
4. Killing Me Sweetly
5. Tumble In The Rough
6. Mockingbird Girl
7. Lounge Fly
8. First Kiss On Mars
9. Do It For The Kids
10. California
11. Mountain Song (cover de Jane's Addiction)
12. Can't Stand Me Now (cover de The Libertines)
13. Barbarella
14. Vasoline
15. Unglued

Creed: Calidad en vivo y en directo

Cuando hablamos de Creed no existen términos medios, o los amas o los odias, y al estar inmersos en una industria donde cada vez es más común medir la calidad de un artista en función de la cantidad de álbumes vendidos, o del éxito de algún disco en particular, se hacía casi una obligación poder en vivo a los nativos de Tallahassee, Florida, para dilucidar la interrogante respecto a si su fama solo es el resultado de un experimento comercialmente bien elaborado, o si por el contrario estamos en presencia de una verdadera banda de rock, que a pesar de abrazar los matices más limpios del grunge, es capaz de poner en escena un espectáculo de nivel mundial, digno de llenar las expectativas de los fanáticos chilenos que esperaban este momento desde hace quince años, cuando salió al mercado su carta de presentación, “My Own Prison” (1997).

 
El Teatro Caupolicán fue el recinto escogido para el debut en Chile de Scott Stapp y compañía, un lugar que siempre es garantía de buen sonido y en donde los norteamericanos debían hacer valer las credenciales que los encumbraron como una de las agrupaciones más exitosas de fines de la década del noventa. Este show se enmarcaba en la gira “Creed, Live On Tour”, y ponía a prueba la conexión de la banda tras su reunión en 2009, además de presentar algo del material de su último larga duración, “Full Circle” (2009). Siendo las 20:00 hrs. las luces del teatro se apagan, desatando la euforia de los fanáticos que desde temprano derrochan ansiedad, dando paso al ingreso de Mark Tremonti, Brian Marshall, Scott Phillips, Eric Friedman y el siempre excéntrico y carismático Stapp, quien vestido todo de negro luce una figura mucho más renovada en contraste con su etapa más oscura y desenfrenada.

Sin mediar introducción, el Caupolicán explota en fuerza e intensidad, de la mano de la dinámica “Are You Ready?”, en donde lo primero que resalta es la potente y energética voz de Scott Stapp, que no acusa el paso de los años. Un tema que suena extremadamente bien y que marca un excelente punto de inicio. “¿Qué pasó Santiago, Chile?” es el primer intento de dialogo del frontman, el que recibe como respuesta una ovación de parte de sus incondicionales fanáticos. El show continúa con “Torn”, en donde el público ya se evidencia compenetrado con la banda, acompañando con las voces y premiando cada una de las secuencias con una lluvia de aplausos. Las guitarras suenan demoledoras y el bajo de Brian Marshall no se queda atrás, ofreciendo un sonido muy bien logrado, que a pesar de su potencia no logra opacar la voz de Stapp. Comienza a sonar “Wrong Way”, y por primera vez el vocalista se desplaza hacia los lados del escenario, en donde la activa participación del público sigue siendo la tónica. Los primeros acordes de Tremonti marcan el inicio de “What If”, mientras que la fuerza de la batería llena el recinto de intensidad, enloqueciendo a los asistentes que saltan incesantemente en la pista. Las revoluciones siguen subiendo con “Unforgiven”, en donde todos acompañan con las palmas, al compás de las luces rojas y amarillas que caen sobre el escenario.

 
My Own Prison” comienza con sonidos mucho más melódicos, donde destaca la incorporación de Mark Tremonti apoyando en las voces. El tema acelera, inyectando nuevas dosis de dinamismo y energía. A esta altura del show el público ya se encuentra completamente entregado a lo que propone Creed, ovacionando cada uno de los temas interpretados. Llega el turno de “A Thousand Faces”, un corte de su último álbum, y que tal como era de suponer no tiene el mismo grado de aceptación que los temas más clásicos de la banda. Brillantes luces verdes iluminan el escenario, marcando el comienzo de “Bullets”, que saca al público de su letargo para hacerlo estallar en rápidos pasajes de percusión y potentes solos de cuerdas, que no hacen otra cosa que reafirmar toda la calidad de la banda. La voz de Stapp sigue sorprendiendo por su fuerza, siendo capaz de sobresalir por sobre el resto de los instrumentos, transformándola a ratos en protagonista excluyente. El intenso resonar de las palmas acompaña las primeras notas de “Beautiful”, que incrementa su energía de la mano de solidas secuencias de guitarra que se reparten entre Friedman y Tremonti. Los aplausos caen desde todos los sectores del recinto, en una suerte de desahogo emocional, al ser testigos de un show de tan buena factura técnica.
 
 
Con “Say I” se respira una pequeña baja en la participación del público, la cual no se extiende por mucho gracias a las oleadas de rock que propina insistentemente Creed. Para cuando llega el turno de “Faceless Man”, la cristalina voz de Stapp acapara todos los sentidos, destacando por su fuerza y nitidez, y desarrollándose casi en solitario, con el leve sonido de la guitarra acústica de Eric Friedman sonando en un segundo plano. El vocalista, evidentemente emocionado, agradece el cariño y las muestras de admiración del público, mientras las gotas de sudor corren por su frente como fiel testimonio de su grado de compromiso con el show. Comienza a sonar la hermosa melodía de “What's This Life For?” en donde todo el recinto canta al unísono, para posteriormente explotar en una lluvia de aplausos, y meterse en un tobogán de sensaciones, pasando rápidamente de los sonidos tranquilos a los más acelerados, y viceversa. El frontman intenta hablar, pero los gritos y palmas de sus fanáticos no se lo permiten, cediendo a la presión con sensibles muestras de gratitud. Comienza a golpear el rápido ritmo de “One”, y toda la cancha salta, mientras Stapp solicita la cooperación de los asistentes, que asumen el desafío acompañando con las voces y sus palmas, en lo que se convertiría en una de las secuencias más trascendentales de la presentación. El cierre llega con el medio tiempo de “Higher”, que sigue sonando con mucha fuerza y que recibe la ayuda de un público que se resigna a terminar la velada. “Thank you!”, marca el intento de despedida, recibiendo una avalancha de aplausos y una bandera chilena, que el vocalista agita por los aires y que posteriormente besa, para desaparecer junto al resto de la banda tras el escenario.

 
Durante varios segundos el recinto se cubre de un manto de silbidos y gritos de fanáticos que exigen prolongar la presentación, la banda asume el desafío y retorna al escenario para cerrar el show con tres de sus mayores éxitos. Stapp aparece con la bandera chilena y la cuelga sobre uno de los amplificadores, para posteriormente indicar que es un honor venir a Chile y ser recibido de esta forma. Bastan los primeros acordes de “With Arms Wide Open”, tema que Stapp escribió cuando se enteró que sería padre, para que el teatro se llene de emotividad y sensibilidad, convirtiendo al público en una única y potente voz. Llega el turno de “One Last Breath”, que de la mano del certero riff de Mark Tremonti vuelve a encender el Teatro Caupolicán, con el vocalista cantando con mucha más fuerza, un mar de devotos seguidores que disfrutan cada una de las secuencias de la canción, y cuyos coros resuenan en cada rincón del recinto. El frontman comienza a interpretar a capela las primeras líneas de “My Sacrifice” y casi en un acto reflejo todos los asistentes lo siguen, plasmando uno de los cuadros más memorables de la jornada. El sonido de la guitarra marca la pauta de lo que se viene, y la potencia de la batería de Scott Phillips lo ratifica, uno de los temas más coreados de la noche, con un público totalmente entregado y una energía que fluye desde todos los sectores. Cada uno de los músicos se evidencia impresionado con la respuesta de sus fanáticos nacionales, quienes con una cerrada ovación premian el esfuerzo de la banda. Stapp arroja agua a la cancha y termina su presentación indicando: “We are Creed…Good Night…God bless you”.

Si existían dudas respecto a la calidad de Creed, creo que quedarán en el olvido tras el potente y exitoso show que los norteamericanos ofrecieron a sus más incondicionales seguidores en el recinto de San Diego, consolidándolos como uno de los mejores exponentes del post-grunge, que no solo fueron capaces de sobrevivir a una carrera plagada de obstáculos y escándalos, sino que además no temen pararse sobre un escenario, exhibir sus cicatrices, y demostrar que se encuentran más vigentes que nunca. Una presentación que en lo netamente musical prácticamente no tuvo imperfecciones, con un Scott Stapp demostrando una envidiable capacidad vocal, y una banda que sabe trabajar en beneficio de su público. Creed, durante toda su trayectoria, ha sido criticado por adoptar un estilo más comercial que sus contemporáneos, lo que puede o no ser verdad dependiendo del prisma con que sea visto, sin embargo, la esencia de una banda se demuestra en vivo, y es precisamente en este rubro que los oriundos de Tallahassee aprobaron con honores.

Setlist

1. Are You Ready?
2. Torn 
3. Wrong Way
4. What If
5. Unforgiven
6. My Own Prison
7. A Thousand Faces
8. Bullets
9. Beautiful 
10. Say I
11. Faceless Man
12. What's This Life For?
13. One 
14. Higher
15. With Arms Wide Open
16. One Last Breath
17. My Sacrifice